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miércoles, 16 de marzo de 2011

Los primeros movimientos sobre el terreno


Ayer me acerqué al mercado elegido para comenzar con la experiencia: el mercado del Azoque.

Es una espaciosa galería de dos plantas del año 69. La planta de arriba mantiene casi todos los puestos abiertos. Pero sólo se sienten los ecos del bullicio que seguro algún día inundó los pasillos.
Me cuentan que aquéllas que compraban hace 40 años, han ido desapareciendo. Hoy nos movemos con otra cadencia, imposible de encajar con la del mercado, cuyos tenderos se enganchan a la ajetreada vida moderna a través de pedidos teléfónicos.

Merece la pena pararse a mirar el espacio, la decoración, la luz.
No me canso de merodear alrededor de la escalera. Está formada por dos piezas iguales, sinuosas, que más que enfrentarse se miran coquetas. Un lucernario abombado de piezas cuadradas de pavés las convierte en las inmóviles, eternas y elegantes protagonistas. Alrededor los puestos asisten al espectáculo casi en penumbra. Se echan de menos los días en los que el tendido estaba lleno.

En la planta inferior, sólo un bar, que grita " ¡soy cañíiii! "a pleno pulmón. Magníficos bocatas. Buen vermú. Los veinticinco puestos restantes se congelaron en el día que los cerraron, algunos hace más de veinte años. Los mismo cartesles, las mismas luces de neón, la higiénica cerámica azulona y los pósters de futbolistas.

No es difícil soñar allí.

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